U-Boat Argentina

Este blog tiene como objetivo describir hechos históricos. Bajo ningún concepto se tratan temas políticos. La aparición de cualquier imagen o fotografía relacionada a regímenes totalitarios es puramente ilustrativa y relacionada a temas históricos tocados en el sitio.

Los argentinos en las Wehrmacht durante la Segunda Guerra Mundial

Después de tres años de investigación, los primeros días de enero 2024 apareció en las mejores librerías de Buenos Aires mi libro sobre los argentinos nativos en las Wehrmacht.

Editorial El Ateneo lo tituló "Nazis argentinos que pelearon en la Segunda Guerra Mundial".

Es una investigación basada en los Archivos Federales de Alemania, archivos varios argentinos y entrevistas personales a familiares y descendientes.

Hay historias fantásticas que hasta a mí me han sorprendido. Si te gusta leer sobre la Segunda Guerra Mundial no te podes perder este libro.

Sinópsis: La historia inédita de los argentinos que se unieron al ejército de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial. A través de testimonios, entrevistas, fotografías y archivos desclasificados, el escritor e investigador especializado en el tema, Julio B. Mutti, desentraña cómo y por qué estos jóvenes tomaron la decisión de sumarse a las filas alemanas para combatir por el Tercer Reich.
Una narración cautivadora que llena un vacío histórico y documental, y nos ofrece una visión única de los argentinos que, voluntariamente, fueron parte de las tropas de Hitler.

ISBN: 9789500214742 Páginas: 368

Podés comprarlo aquí: Tematika



El aeródromo nazi de José León Suárez

Funcionó entre 1938 y 1946 en los terrenos donde hoy se ubican los barrios "9 de Julio" y "Villa Lanzone"

Por Fabián Saavedra. Historia de José León Suárez  para U-boat Argentina. 

Aeródromo al Fondo de la calle 9 de Julio

Revista Actualidad 11/04/1944


El inevitable paso del tiempo lleva consigo historias que muchas veces se pierden en el olvido producto de diferentes factores que conspiran para que eso ocurra.
El silencio, el miedo, la obviedad, la falta de memoria. El creciente urbanismo con las nuevas generaciones desinteresadas de conocer el pasado y sobre todo la desaparición biológica de los protagonistas y testigos, quedando solo el material publicado a la espera de ser descubierto.
Hace unos años llegó a mis oídos la existencia de un aeródromo “al fondo de la calle 9 julio”. Me lo comentó el dueño, viejito ya, de una bicicletería que funcionaba en la esquina de las calles Profesor Aguer y Reconquista en Chilavert.

Fue la primera vez que alguien me hiciera mención a ello por lo que desestimé la información hasta el año 2019, que investigando el semanario “Reflejos” de Villa Ballester, me encontré con una nota que refería a un Club de planeadores. Afortunadamente precisaba el nombre y aunque no hacía lo mismo con la dirección, en coincidencia con lo que afirmara aquel abuelo, mencionaba que quedaba en la calle 9 de julio.

Mas tarde, encontré que Julio Mutti, historiador e investigador especializado en la segunda guerra mundial y los nazis en la Argentina, publicó también información en su blog, donde de alguna manera pedía colaboración para hallar su ubicación.

El aeródromo Nazi

El documento que aportaba Mutti provenía de la Comisión especial investigadora de actividades anti-argentinas. Fechado el 1 de noviembre de 1942, se trataba de una inspección al Club de Planeadores, que con el nombre de "El Cóndor", funcionaba en un rudimentario aeródromo ubicado en la calle 9 de julio unos ochenta y un años atrás.

Refiere el documento que la inspección integrada por dos diputados y policías se hicieron presente en el campo que los denunciados utilizaban para las maniobras de adiestramiento de pilotos de aeronaves.

La denuncia tenía un argumento mas que válido. Era un hecho que héroes de guerra de la aviación norteamericana y europea se habían formado en clubes de planeadores sin motor y se creía que el Club el Cóndor, era un semillero de la aviación nazi.

Allí constataron la existencia de un hangar improvisado para cobijar y hacer alguna que otra refacción a las tres pequeñas e inofensivas aeronaves sin motor de fabricación nacional, y una casilla que hacía las veces de vestuario. Dentro de ésta última encontraron un libro de control de trabajo de los socios escrito en alemán, revistas de propaganda y planos para la construcción de un modelo de planeador recibido de Berlin. En cada una de las hojas del plano se observó la inscripción N.S.F.K. "NAZIONAL SOZIALISTISCHES FLIEGER KORPS" (Cuerpos de Aviadores Nacional Socialistas), por lo que se dedujo que los aeroplanos que eventualmente podrían construir los socios del club eran los mismos que utilizaba el ejercito alemán.

Los socios no superaban la cantidad de quince, todos de nacionalidad alemana o sus hijos. Para las prácticas vestían un uniforme consistente en un overol de color blanco con el distintivo del club.

Su máxima autoridad era el secretario Sr. Otto Bechler, identificado como un activo militante nazi que había sido procesado por el juez de instrucción de la capital federal Dr. Vazquez.

Aeronaves No tan inofensivas

La pequeña información que había encontrado en el semanario Reflejos se complementaba a la de Mutti.

Indicaba que cierto día de octubre de 1943, uno de los aeroplanos Pampero °5 no fue lo inofensivo que se pensaba, sobre todo para su piloto, que resultó con heridas de gravedad al precipitarse a tierra desde unos 20 metros de altura.

El desgraciado, que fue asistido en el hospital de la Cruz Roja, se llamaba Teodoro Henning, tenía 44 años y residía en Lafayette 63 de Villa Ballester. Además era miembro del Frente alemán de Trabajo, que no era otra cosa que una organización sindical nacionalsocialista.

El verdadero propósito del Club de planeadores

Solo quedará la incógnita de saber si ese grupo de jóvenes eran ingenuos inmigrantes alemanes orgullosos del curso favorable que les presentaba la guerra o si el compromiso por la causa, como pensaban los denunciantes, iba mas allá. Con conexiones en las diferentes organizaciones Nazis de Villa Ballester, es posible que estuvieran adiestrando pilotos alemanes que posteriormente serían enviados a su pais para incorporarse a las fuerzas armadas combatientes; Quizás estaban tras la romántica aventura que podría significar una eventual colaboración de traslado de algún ilustre connacional, o porqué no soñando con integrar una futura flota aérea en una Argentina victoriosa aliada con los paises del eje.


"Club de planeadores El Cóndor" , tan solo un deporte

A partir del hostigamiento ejercido por el sector aliadófilo y al no poder recibir financiamiento, el club se fue vaciando de nazis y cambiando su composición.

En enero de 1944, ya sin socios aprendices y comprometida su situación económica, el club adoptó un enfoque desesperado. Buscó mostrar una faceta deportiva para atraer a los jóvenes, y al mismo tiempo, ante la posible intervención de Argentina en la guerra, prentendió ser una alternativa para la defensa de la patria. En ese sentido el discurso era similar al que sostenían los alemanes, solo que ahora estaba manejado por el lado aliado.

El anuncio de la inauguración de los cursos de vuelo sin motor en la escuela normal de San Martín el 20 de junio de 1944 pareció ver una pequeña luz de esperanza para revitalizar la actividad, pero ya sin guerra, en enero de 1947 se anunció la venta de las 97 hectáreas que conformaban el club.

En busca de la ubicación del Aeródromo

A tanta información, restaba solo colocarle el moño. Me propuse retrotraerme a la charla con el viejito bicicletero y trabajar en una propia hipótesis del lugar donde pudo haber estado ubicado el aeródromo.

Pero para ello debía interpretar lo que llamó “al fondo de la calle 9 de julio”. Estaba en ello cuando encontré la publicación de la Revista Actualidad de Villa Ballester del 11 de marzo de 1944.

El artículo comienza señalando lo que parece ser una obviedad en esos años. Que "las instalaciones del Club de Planeadores Cóndor que, como se sabe, se halla ubicado en los campos del Dr. Bertolotto, próximos al balneario del kilómetro 24". ....

El Dr. Bertolotto

Pero antes de determinar el lugar, es importante saber en lineas generales quién era el Dr.Bertolotto.

En las primeras décadas del siglo pasado, el Dr. Luis Bertolotto era propietario de grandes extensiones de tierra en Villa Ballester y en Rosario, provincia de Santa Fé.

Vivía en una frondosa quinta que sin dudas era la mas destacada por su incomparable vista panorámica. Con diversidad de árboles y plantas, se extendía desde Avenida Márquez hasta casi llegar a la calle Juana de Ibarbourou -inexistente en esa época; Y de 9 de julio hasta el canal Jośe Ingenieros.

En los años 30 la quinta era muy frecuentada por aquellos que buscaban un lugar para el descanso y la recreación. Los boys scouts de Villa Ballester y las alumnas del colegio Santa Ana serán los mas frecuentes visitantes.

Pero sobre todo, Bertolotto era el principal impulsor de la municipalización de Villa Ballester junto con un grupo de vecinos simpatizantes de la ideología nazi.

Cabe recordar que el denominado "día de júbilo para el nazionalsocialismo Ballesterense" del 7 de enero de 1937 finalizó con un agasajo al gobernador Manuel Fresco en su quinta, por lo que no resultaría raro que el Club de planeadores el Cóndor se ubicara en los fondos de la misma. Es decir, "al fondo de la calle 9 de julio".

El sitio del aeródromo

Tal vez el acercamiento sea lo mas próximo a la precisión. Para ello hay que tener en cuenta algunas consideraciones.

La publicación de la venta de los terrenos aclara que el "Club de planeadores el Cóndor estaba situado cerca de la pileta de natación".

Esto me recuerda al aterrizaje de "emergencia" realizado por el piloto Alberto Sautú Riestra el 2 de agosto de 1938 a las 15.45hs "en el campo situado junto a la pileta de natación". La crónica dirá que el avión Wacco descendió en el lugar porque estaba a punto de quedarse sin combustible. Viajaba un comisario de Capital Federal de origen alemán, que llevaba detenido a Martínez López, un acusado de ser el autor del delito de defraudación al banco de San Juan. La insólita situación no se extendió de los 30 minutos que fue lo que demoró el reaprovisionamiento de combustible. Donde sino, en el lugar idóneo para obtenerlo que era un aródromo. Luego, la aeronave prosiguió su viaje.

Claramente se trata de un mismo lugar. Del extenso campo utilizado por el Club de Planeadores El Cóndor donde no había mas que pastizales que nunca terminaban de crecer a causa de las repetidas crecidas del río de las Conchas. Si bien tenía esa eventual dificultad, en épocas normales el terreno era llano, con características favorables para maniobras de carreteo, de despegue y aterrizaje.

Esos terrenos eran dominio del Dr. Bertolotto bajo la figura de "Compañía de tierras y Edificación Bella Vista S.A." , la que será adquirida por Carlos Horacio Graffigna y luego pasaŕa a sus herederos.

Mas tarde, Roberto Hector Lanzone, Perfecto Castro Romay y el ingeniero Carlos Woodgate crearán la empresa "Lanzone y Compañía" con el objeto de planificar, lotear y vender esos terrenos y los de Lanzone.


Fragmento plano del municipio de San Martín. Edición 1931

Pero aún si tomamos al pie de la letra "los campos del Dr. Bertolotto", a fines de 1945, serían aquellos la continuación de su quinta, es decir desde la actual calle Ibarbourou, donde posiblemente se haya instalado el hangar, -aún quedan en pie los últimos eucaliptus añosos que integraban la quinta de Bertolotto en la plaza lineal 9 de Julio- hasta el Río de las Conchas, hoy barrio 9 de julio.

Allí la característica del terreno era exactamente igual, y confundido por no estar delimitado ni amojonado con el lindero, se habría utilizado en forma indistinta.-

FUENTES: Reflejos de Villa Ballester
Revista Actualidad de Villa Ballester
https://u-boatargentina.blogspot.com/
Comisión investigadora de Actividades anti Argentinas de la Cámara de Diputados
Recuerdos de un anciano

La crisis de los torpedos en primera persona

Hace poco tiempo aparecieron en Amazon las memorias en español del gran almirante Erich Raeder, tituladas "Mi vida". No dudé en comprar los dos tomos, ya que hasta el momento solo las había visto en alemán, su idioma de publicación original.

Cada página de la autobiografía es un verdadero documento histórico; desde la Batalla de Jutlandia, donde Raeder fue jefe de Estado de Mayor del legendario escuadrón de cruceros de batalla de Hipper, hasta sus amargas pelear con Hitler ya como líder de la Kriegsmarine, Raeder cuenta con lujo de detalle sus días de protagonismo en las guerras mundiales.  

Me pareció particularmente interesante la descripción que Raeder hizo sobre la crisis de los torpedos. Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, los alemanes sufrieron un desperfecto imperdonable en los detonadores de estos proyectiles, lo que impidió a los submarinos obtener todavía más éxitos en su lucha contra la Marina Mercante británica.

Mi vida de Erich Raeder

La crisis de los torpedos por Erich Raeder, extracto de "Mi Vida":

CAPÍTULO XV LA CRISIS POR FALLO DE LOS TORFEDOS Y SU SOLUCIÓN

Los detalles de la acción de Noruega habían dado ocasión para acreditar excelentes condiciones, tales como espíritu de iniciativa en los mandos, incluso en los más jóvenes, autonomía hasta de las unidades pequeñas y una gran flexibilidad para adaptarse a las necesidades de situaciones inesperadas. Pero por eso mismo se hizo doblemente sensible el hecho de que en aguas noruegas quedó demostrado el fallo de la mayoría de los torpedos disparados por los submarinos que hasta entonces solamente se sospechaba. Frente a las costas noruegas vimos que una porción de magníficas ocasiones se habían escapado de las manos de los comandantes de submarino mejor formados y acreditados por un inexplicable fallo de los torpedos disparados. Perdieron así los sumergibles gran número de blancos de antemano considerados como indefectibles, y en el curso ulterior de la estrategia naval hubo de influir decisivamente el hecho de que tantas y tan importantes unidades enemigas hubieran salido indemnes de nuestros ataques. Porque en ese momento no había duda de que nuestras listas de hundimientos hubieran registrado los de bastantes navíos de línea, acorazados, cruceros y destructores, además de transportes, si los torpedos del arma submarina hubieran estallado.

La evidencia del fallo de los torpedos en los submarinos produjo consternación y alarma, dando lugar a una crisis de confianza y a que inmediatamente se adoptaran enérgicas medidas para subsanar las deficiencias técnicas y dejar los torpedos en condiciones de impecable funcionamiento. Como requisito indispensable para que la actuación de los submarinos no quedase en mero ademán ineficaz, exigía el comandante en jefe del arma el suministro de torpedos en las debidas condiciones, apremiando con toda franqueza y energía para que se hiciese una indagación rigurosa y se dejase de una vez en claro lo que tan brumoso parecía.

En su consecuencia, el 20 de abril de 1940 me resolví a nombrar una comisión especial de torpedos, integrada por personas de reconocida autoridad en las ciencias y en la industria, que se entregaron con el mayor empeño al estudio y esclarecimiento de las anomalías observadas y que se acreditaron de perspicaces. Me vi, además, en el doloroso deber de disponer la formación de un consejo de guerra, que en ciertos casos llegó luego a la imposición de penas. En términos generales habían concurrido a originar el fallo una multiplicidad de imperfecciones y descuidos que se remontaban muy atrás en el tiempo. Defectos que, por ejemplo, quedaron de manifiesto en las pruebas efectuadas en tiempo de paz, no habían sido luego subsanados con el escrupuloso esmero necesario. Y si al principio, cuando el Tratado de Versalles pesaba sobre la defensa alemana con sus limitaciones, hasta cierto punto podían justificarse las improvisaciones por la escasez de recursos y de personal, no podía decirse lo mismo de los años posteriores.

En Eckernförde contaba la Armada con un centro de ensayo de torpedos, en donde trabajaban oficiales y técnicos experimentados. Allí se había conseguido, en una paciente labor acumulada en los largos años de paz, superar las dificultades de la estrechez económica y de la falta de personal e introducir toda una serie de innovaciones de verdadera trascendencia, sobre todo para los submarinos. El más importante de los inventos había sido el torpedo eléctrico sin burbujas, cuyo curso resultaba imperceptible para el enemigo; aparte de que tampoco la partida del proyectil desde el submarino levantaba como antes sospechosas ondulaciones en el agua, delatoras del disparo. Asimismo despertaba grandes esperanzas el dispositivo de encendido del torpedo por efecto magnético, conocido por la denominación de espoleta de encendido a distancia. Con ello se podía disparar el torpedo a mayor profundidad y con mayor seguridad, además de que estallaba con efectos tremendos bajo la quilla de la unidad enemiga.

Poco después del comienzo de la guerra empezaron a nacer dudas sobre la eficacia del dispositivo magnético, por las noticias que del frente llegaban acerca de la inseguridad del autoencendido. Lo que dio lugar a que se retirase del frente hasta nueva orden y volviésemos al procedimiento menos eficaz de disparar los torpedos con espoleta de percusión. En esto sobrevino nuestra acción en Noruega, en la que tuvimos la amarga sorpresa de comprobar el fracaso de la intervención submarina y ver que no sólo fallaba la espoleta, sino que otras funciones del torpedo eran igualmente deficientes y que su curso o deslizamiento profundo no estaba garantizado. Sobraban motivos para la suposición de que la mayoría de los torpedos lanzados con espoleta de percusión no habían hecho blanco por trasponerlo a excesiva profundidad y sin detonar.

La situación era demasiado comprometida para que no recurriésemos a todos los medios de investigación hasta dar con los motivos. Todos los centros y servicios relacionados con el estudio, el diseño, la producción y las pruebas del torpedo, dentro y fuera de la Armada, se pusieron a despejar la incógnita con verdadero ardor. Comprendía cada cual que en la crítica situación en que nos veíamos no cabía recurrir a medidas tímidas, a las medias tintas, sino que había que buscar una salida cuanto antes y sin reparar en medios. A lo que contribuyó muy principalmente la gran energía del comandante en jefe del arma submarina.

El resultado inequívoco de los minuciosos y metódicos reconocimientos y pruebas fue la evidencia de que el torpedo suministrado a los submarinos distaba mucho de reunir las condiciones de seguridad de encendido y trayectoria en profundidad que un arma cualquiera había de tener para ser usada como principal en el frente de guerra. De todo ello se desprendía la necesidad urgente de buscar solución a tres problemas fundamentales: eliminar las causas del fallo, introducir nuevos perfeccionamientos basados en las experiencias de la guerra y asegurar la producción en masa del torpedo perfeccionado. En los tres aspectos había que dar preferencia a las exigencias de la guerra submarina, aun contando con que la sola eliminación de las causas del fallo reclamaba muchos y muy pacientes ensayos.

Una vez conseguida en las industrias de armamentos la declaración de urgencia requerida, se procedió a una sustancial ampliación de medios y de personal. Instituciones universitarias, laboratorios de empresas privadas e instalaciones de la Armada se vieron de pronto reanimadas por la incorporación de nuevo personal técnico, especialmente calificado por su juventud y competencia, que en parte había sido traído de los frentes y que ahora pugnaba en noble rivalidad por alcanzar la solución del problema planteado.

Su esfuerzo no quedó sin recompensa, pues en el año 1942 llegó a disiparse al fin la crisis, al cabo de una larga campaña en la que habían contraído méritos singulares el jefe de inspección de torpedos, vicealmirante Kummetz, y sus principales colaboradores técnicos y militares. En ese momento los torpedos fueron un arma de confianza y no hubo dificultades para fabricarlos en cantidad suficiente. Al mismo tiempo se consiguió introducir modificaciones y perfeccionamientos de ventajosa aplicación, sobre todo contra convoyes. Entre éstos estaban en primer lugar el torpedo de curso en zigzag, que atravesaba varias veces la ruta del convoy hasta dar en el blanco, y el rastreador, que, disparado contra un destructor lanzado al ataque, iba a dar en el blanco guiado por el ruido de la hélice de la unidad enemiga.

El fallo inicial de los torpedos del arma submarina representó un duro golpe para la guerra naval por sus directas consecuencias de frustración y por el efecto psicológico con que repercutía en las tripulaciones de los sumergibles. Con igual franqueza tengo que reconocer, sin embargo, que todos los sectores interesados, como eran el frente, los centros de ensayo, el servicio de armamento, la industria y la ciencia, colaboraron estrechamente en la labor de hacer del torpedo un arma segura y de efectos bastante superiores a los tradicionales, por haberse percatado plenamente de la trascendencia del problema.